Isabelle Eberhardt, “l’inquiétante étrangeté” (propio)

Isabelle Eberhardt (1877- 1904), con puñal y ropas árabes masculinas.

“En los tiempos de tlamid en la zéouiya de Anneba me gustaba vagar y soñar en las necrópolis silenciosas, entre el misterio y la serena melancolía de las tumbas…”, escribió después, sobre las circunstancias en que tropezó con la lápida abandonada y la inscripción lacónica: “Rakhil : Annaba/Bône, Algérie, 1889”. Hay cierta infortunada convergencia entre los destinos de la desconocida, que enseguida adoptó como personaje literario en este cuento asombroso aquí traducido -y antes, en una inconclusa nouvelle-, y la propia Isabelle Eberhardt

Para la joven iniciada sufí de la hermandad Qadiriya aquel hallazgo en el Jebanet El Yahoud (el cementerio de los judíos) estuvo cargado de presagios, ignoro la precisión. Los místicos como ella, o Si Abd-es-Sélèm el Marroquí -el otro protagonista de “El Mago”-, poseen la clarividencia de lo que está destinado a suceder. Si no, ¿cómo pudo anticipar poco antes de su muerte -a los 27 años, enterrada bajo los escombros causados por una inundación repentina de un wadi al borde del Sahara argelino- que “Le désert m’a écrit, il est mon tombeau”.

La sepultura de la suizo-rusa en el polvoriento cementerio musulmán de Aïn-Sefra se asemeja demasiado a la de la “desconocida transeúnte“ de la necrópolis israelita de Anneba. Transeúntes, todos lo somos en cierta forma, Eberhardt en más de una. A propósito suyo en Une femme en route vers l’islam, Patricia Bourcillier recordó que el término bíblico Ivri (עברי) «significa tanto “hebreo” como “el que cruza, el que pasa de una orilla a la otra, un “transeúnte” en el sentido literal del término». Y sumado a que era hija de madre judía de origen, Eberhardt era varias veces transeúnte, nómada, más bien un Heimatlos, un sin hogar, un apátrida. Llegado aquí no sería inapropiado recordar que en un estudio estético Freud ya había señalado que en el diccionario de los hermanos Grimm uno de muchos matices del significado de Heimatlos coincide con “unheimlich” – “l’inquiétante étrangeté”-, así un heimatlos es alguien que “pasó al otro lado del espejo”. Eberhardt adoptó el Magreb, conversa de lengua y de fé, mudó cuanto puede mudarse en el pasaporte, carnet de identidad, señas, apariencias, se travistió en Mania, Nadia, Nicolas Podolinsky, Meriem bend Abdellah, Si Mahmoud Saadi (Saadi, es decir “la afortunada”), sin disipar el enigma detrás de semejante impostura –vestirse como forma de desnudarse-. Ni borrar el rastro que dejan los que comparten “esas existencias atormentadas y trágicas infinitamente más conmovedoras y más amargamente sorprendentes que todas los melodramas en el mundo, porque son verdad, porque son realidades siniestras o tristemente ridículas, siempre en última instancia inexplicables”.


Copyright ©Ricardo Carrera

 

 

 

Leave a comment