A primera vista piensas en escribir una serie de cuentos en cuartos de hotel. La foto es lo suficientemente atractiva para convencerte de que vale la pena intentarlo, por varias razones: la primera es que se trata de estancias ajenas en que aceptas acomodar tu vida solo por un tiempo. Lo que harías con pocas cosas, a excepción de una mujer o un auto de alquiler.
Otra razón es que usualmente no son nuevos, por lo que semiocultos entre esas paredes -con seguridad sobreviven registros imprevisibles- coexisten un sinnúmero de sucesos fugaces de toda clase. El irrepetible perfume es una mezcla procaz de todos ellos.
Por fin, cuando devuelvas la misma llave con la que en vano procuraste un rato de intimidad y salgas de allí definitivamente sucederá lo mismo con vos.
Cualquiera sea la duración de la historia apenas alcanzará para un cuento breve, con suerte.